El bordado y las artes en general, son instancias en las que nos detenemos, dejamos de lado todas las preocupaciones y exigencias externas, para entrar en nosotros, sentirnos, hacer consciente nuestros pensamientos, deseos más profundos, etc.

Bordar puede ser “meditar haciendo”, entramos en una especie de trance, los movimientos repetitivos calman nuestra mente, pudiendo conectar con esa parte esencial de nosotros, esa que es vulnerable, que solemos mantener oculta para protegernos.

Plasmamos en nuestra obra lo que estamos sintiendo, sacamos fuera, lo que tenemos dentro.
A veces no tenemos palabras para explicar lo que nos ocurre y a través del arte, lo canalizamos.

Nos concentramos en una cosa a la vez, algo revolucionario para la mente de hoy que quiere estar en todas partes al mismo tiempo.

Es un trabajo lento, toma tiempo. Esto nos ayuda a integrar la calma en nuestro día a día, respetando los ciclos naturales de las cosas.